25- 02- 1778- 1850
El general san Martín nació el 25 el 3 febrero de 1778 en el pueblo de Yapeyú, situado a orillas del rio Uruguay, dentro del virreinato del rio de la plata. Su padre, don Juan de san Martín, había nacido el 3 de febrero de 1728 en España y se desempeñaba como teniente gobernador en el departamento. Su madre, doña Gregoria Matorras, nació el 12 de marzo de 1738, era sobrina de un conquistador del chaco. Su infancia, los tres años que el niño José de San Martín vivió en Yapeyú, componen el capítulo más desconocido en la vida del libertador que ni el mismo recordaba, aunque nunca negó su cuna. “yo nací en la casa de gobierno de Yapeyú”, le dijo a Domingo Faustino Sarmiento cuando lo visitó en Francia.
Al relatar ese periodo de su vida, expresa El general Bartolomé Mitre: “El criollo nacido a la sombra de palmas indígenas, borró tal vez de su memoria estos espectáculos de la primera edad; pero no olvido jamás que había nacido en tierra americana y que a ella se debía. Contribuyeron, sin dudas, a fijar indeleblemente este recurso, las impresiones que recibió al abrir sus ojos a la luz de la razón. Oía con frecuencia contar a sus padres las historias de las pesadas guerras de la frontera con los portugueses, que debía ser lo que más tarde en el año 1817, redujeron a cenizas el pueblo de su nacimiento. Su sueño infantil era con frecuencia turbado por las alarmas de los indios salvajes que asolaban las cercanías. Sus compañeros de infancia fueron los pequeños indios y mestizos”.
Carlos Salas experto en estudios sanmartinianos, dice en su libro “La cuna del Héroe: “Seguramente San Martin no asistió a la escuela ni se inicio en el conocimiento de las letras, por lo cual no le pudo quedar de Yapeyú, sino una imagen del paisaje, pero fue lo suficiente para encender en su espíritu las fuerzas telúricas que en los años de la madurez le harían añorar a su américa lejana y ansiar regresar algún día a las fuentes de su vida. Ya hombre conservó en su recuerdo y en su sentimientos la influencia telúrica del llamado del terruño, las vivencias y acaso esa intuición que proviene de lejanos y primeros recuerdos que llegan al alma desde el pasado”.
Por su parte, Ricardo Rojas, en, “El Santo de la Espada”, dice: “Sobre la costa argentina del rio Uruguay, una mujer está a la sombra de árboles añosos, contemplando el agua serena corriente, mientras la luz del atardecer va declinando sobre el paisaje; esa mujer, todavía joven, tiene en su regazo a un hijo pequeño, que a ratos descabalga de las rodillas maternas para jugar en la floresta nativa. La madre es española, pero el niño es criollo, nacido en aquel mismo lugar de las indias, con la tez bronceada por el sol de américa, los ojos muy negros, los cabellos negros. Y aquella mujer contempla en sueños al vástago indiano, entre el boscaje natal que lo circunda, y torna a mirar el rio que corre majestuosamente, sin sospechar ella el tremendo porvenir del varón que su vientre ha dado al mundo”. Como esos autores, debemos pensar que Gregoria Matorras de San Martín, muchas veces debió llegar hasta el rio cercano con ese hijo en brazos, y como toda madre, seguramente deseó para él, un venturoso porvenir, aunque sin imaginar, el tremendo porvenir que lo aguardaba. Una antigua y siempre vigente tradición oral afirma que el niño José, tal como lo llamaban sus padres, y como él mismo firmaría siempre, omitiendo su segundo nombre, jugaba bajo la sombra del varias veces centenario ibapoí, o higuerón, que aún se mantiene en pié, muy cerca del templete.
Por otra parte, los recuerdos paternos narrados a San Martín en su juventud sobre sus primeros años en Yapeyú, que el a su vez trasmitió a su hija Mercedes, son los que posteriormente fueron referidos a Bartolomé Mitre para escribir su monumental obra” Historia de San Martín” y de la Emancipación Sudamericana”. Es decir, que la propia versión familiar, que debemos aceptar, es la que cuenta sus andanzas y sus juegos en la casa de Yapeyú.
Sus días en Yapeyú han sido irrecuperables para su memoria, pero han sido imborrables en su corazón gigante. Ese hombre que a lo largo de su vida registró cientos de ejemplares renunciamientos, no renuncio sin embargo, cuando supo que su patria lo necesitaba. Para correr a ofrecer sus servicios, renunció en cambio a una posición ya jerarquizada en el ejército español.
Yapeyú es la raíz de lo sanmartiniano, simboliza el amor a la tierra donde se ha nacido que, más poderoso que las ideas políticas y que la vocación del hombre de armas, decide la epopeya.
Rescatando Lo Nuestro: Horacio Antúnez
Miembro Asociación Cultural Sanmartiniana.