Hachiko se hizo famoso por esperar diez años a su dueño en una estación de tren. Ahora su estatua es ícono de la lealtad y lugar de encuentro
No importó el frío, el hambre o la ausencia. Durante diez años, sin que nada ni nadie lograra moverlo, el perro Hachiko esperó a su dueño en la estación de Shibuya, en Japón. Lo que no sabía es que su dueño ya había muerto. Su emotiva espera inspiró cuentos, libros, películas y programas de televisión. Su cuerpo está en un museo y su recuerdo en toda la ciudad. Ahora, a cien años de su nacimiento, los festejos serán como siempre, y un profesor prometió contar “la verdadera historia de Hachiko”.
Keita Matsu, un profundo conocedor de la historia de Shibuya, aseguró haber hablado con más de 200 personas relacionadas con el Dr. Hidesaburo Ueno, el dueño al que Hachiko nunca dejó de esperar, incluida toda su familia.
El experto, además comisario del Museo Conmemorativo de Folclor y Literatura de Shirane Shibuya, desarrolló una incesante investigación para esclarecer los detalles de la vida del célebre animal porque, según bromea, “los perros no pueden escribir, ni dejar sus testimonios por escrito”.
La emotiva vida de Hachiko
El perro, un robusto ejemplar de la raza japonesa Akita, llegó a la casa del profesor Hidesaburo Ueno gracias a uno de sus alumnos de agricultura de la actual Universidad de Tokio, que se lo envió como regalo. Según explicó Matsu a NHK, Ueno no solo le dio un hogar a Hachiko: "Compartió las comidas con él, y también lo cuidó mientras dormía en su cama".
"Siempre que tenía fiebre o dolor de estómago, el doctor Ueno le daba medicinas, así que debió de querer a Hachiko como a su propio hijo, y Hachiko debió de considerar al doctor Ueno como una figura paterna", explicó.
Hachiko, el perro que nunca dejó de esperar
La versión más conocida de la historia dice que Hachiko acompañaba todos los días a Ueno a la estación de Shibuya, cuando éste se iba a tomar el tren para dar clases. En realidad, el profesor caminaba a la Universidad, pero como solía dar conferencias en todo el país, no era inusual que viajara en tren. Así que el perro lo esperaba allí, en la estación, para volver junto a su dueño a casa.
Un día todo cambió. En mayo de 1925, Ueno sufrió un derrame cerebral y murió. Jamás volvió a su casa, y tampoco a la estación donde Hachiko lo esperaba. Al perro no le importó: todos los días, inconmovible, siguió esperándolo en Shibuya.
Esperar hasta la muerte
La esposa de Ueno, Yaeko, dejó su casa después de la muerte de su marido, por lo que Hachiko se alejó de su vida en Shibuya y quedó a cargo de una familia. En su nueva casa, el perro no podía pasear porque sus encargados estaban ocupados con una tienda de kimonos, en la que un inquieto Hachiko saltaba sobre los clientes y hasta a veces se negaba a alimentarse.
Dos años después, el animal volvió a vivir con Yaeko en una casa en la zona de Setagaya, donde entonces aún había campos. La inquietud de Hachiko no paraba. Se cruzaba a otros campos y a veces desaparecía. Yaeko no sabía qué hacer, hasta que una conocida le dijo que lo había visto en la estación de Shibuya. Lo fue a buscar y lo trajo de vuelta, pero Hachiko se volvió a escapar. Lo hizo de nuevo, y el perro también se escapó.
No importaba cuántas veces se lo llevaban, Hachiko volvía al mismo lugar. Por eso, Yaeko lo dejó a cargo de un jardinero que vivía en Shibuya, conocido de los Ueno y que quería a Hachiko desde que era un cachorro. "A Yaeko le hubiera gustado quedarse con el perro porque era un recuerdo de esposo, pero tomó una decisión difícil teniendo en cuenta las penurias que Hachi tenía que pasar para ir a la estación de Shibuya todos los días", explicó Matsu.
La famosa estatua que recuerda a Hachiko
Y así pasó el tiempo: Hachiko en la estación, esperando al dueño que jamás volvería. Al principio, el perro era un estorbo: se interponía entre los cientos de pasajeros, los niños lo acosaban y hasta algunos lo pintaban con tinta. En 1932, un artículo en el diario Asahi le dio el reconocimiento que no tenía por sus “siete años de persistente espera en Shibuya”. Muchas personas fueron a conocerlo y otras enviaron dinero a la estación para su alimentación.
Hasta le hicieron una estatua en 1934, mientras todavía vivía, pero por la falta de bronce en la Segunda Guerra Mundial, se fundió el 14 de agosto de 1945. Al día siguiente, terminó la guerra. Así, recién en 1948 llegó la famosa estatua que ahora cautiva al mundo y es un punto infaltable en la visita a Japón. Ahora, ese lugar es símbolo de encuentro para cientos de personas, y cada vez que Hachiko cumple años, su estatua es el punto designado de festejos.
La famosa historia que podría no ser tan emotiva
Hachiko murió de frío en 1935, en la estación de Shibuya. En adelante, se hicieron cientos de homenajes, historias y recuerdos de Hachiko. Siempre a tu lado, Hachiko (2009), una versión americana en la que Richard Gere, como profesor de música, adopta un cachorro de Akita extraviado al que nombra Hachi, es una de las más conocidas.
La elección del nombre responde a que un personaje japonés le explica que el carácter escrito en el collar del perro es el número ocho y se lee “hachi” en su idioma. El sufijo “ko” de Hachiko es un antiguo título honorífico usado por la nobleza y fue agregado por los estudiantes de Ueno, que eligieron el ocho por ser su número de la suerte.
La versión cinematográfica más reciente, estrenada este año en China y dirigida por Feng Xiaogang, ofrece una versión parecida a la de la película japonesa Hachiko Monogatari (Historia de Hachiko, 1987). Según dijeron fuentes del Ayuntamiento de Shibuya a El País, la historia no tiene derechos de autor y puede ser usada con total libertad.
La película Siempre a tulado, Hachiko, de 2009, hizo aún más conocida la historia del perro
Sin embargo, todas las que se hicieron hablan de que solo el recuerdo de su dueño hacía que Hachiko lo esperara. Para el profesor Matsu había algo más: en uno de sus reencuentros, el profesor se puso tan contento de verlo en la estación que lo abrazó y lo premió con unas populares brochetas de pollo de una venta ambulante. Este episodio se pudo haber repetido y condicionó al animal, que se dirigía a la estación a buscar a su dueño, pero también a buscar el famoso "yakitori".
¿Por qué la historia es tan atractiva? "Hachi esperó en la estación de Shibuya durante unos 10 años con la más pura de las intenciones: ver a su dueño. A veces la gente también quiere reencontrarse con personas que murieron, aunque sepan que no podrán verlas. Creo que por eso tanta gente empatizó y se sintió impresionada: por los sentimientos del perro hacia una persona", concluyó Matsu.